“Vida de lago” acaba de publicarse en la Argentina con este reciente diciembre. Su autor es David Poissant, un escritor que nos deslumbró hace unos años con “El cielo de los animales”. Si bien el anterior era un libro de cuentos, esta novela se le parece en algo: las historias, voces, problemas de los personajes se quedan dando vuelta con uno, mucho más allá de que se cierra el libro. La trama es un desfile por todos los dramas familiares posibles: adulterio, tragedia, traición, mentiras. Y sus protagonistas nos producen odio profundo. Aún así, esa incomodidad es perfectamente llevada, acompañada y redactada por la pluma brillante de Poissant.
Al principio de la trama nos enteramos que los padres, ya adultos, deciden vender la casa familiar que tienen en el lago para mudarse a una vida un poco más convencional en Florida. En las primeras páginas ya se describe que esto no cuadra con su perfil, un poco más hippie que chic y rápidamente nos dejan intuir mucho de los conflictos que luego se van a desarrollar. Es así como los hijos, ya adultos, se aventuran a un último verano en esas playas. Sin embargo, todo inicia con una tragedia que dará inicio, con cuentagotas y sutilezas, al relato de otras tragedias. Es decir, esta tragedia externa a la familia, empuja la historia interna hacia adelante.
Y dentro de esas descripciones podemos conocer íntimamente a cada uno de los integrantes de la familia, sus propias tragedias personales y cómo eso va impactando en el conjunto. Una característica maravillosa de Poissant es que en distintos pasajes su escritura es, incluso, poética. Toca temas delicados con sensibilidad y crudeza (si, todo al mismo tiempo) como el lugar de la paternidad, la infidelidad, el amor, y claro, los silencios y los secretos (madre de todas las tragedias).
La novela está llena de desórdenes. Y es, en esos desordenes familiares donde Poissant con mucha pluma y encanto construye un salvataje para sus personajes, y claro, también para el lector.
En una línea bastante parecida Ivan Jablonka autor francés, dio lugar a “Camping-car”, una historia llena de autoficción donde relata distintas vacaciones durante su infancia realizadas en una casa rodante y que sirve para generar un retrato bastante acabado de su familia. ¿Su familia es una excusa? Sí, claro. Es el puntapié diría, para adentrarse en la génesis sociológica de “las familias” como núcleo.
Esta familia en concreto le permite desarrollar cómo el paso del tiempo va atravesando las relaciones afectivas. La parte poética de este libro se centra en que en su relato el punto de partida son las vacaciones de un niño. Y esa mirada inocente es lo que permite indagar y adentrarse a anécdotas y pequeñas acciones que luego, socialmente, terminan convirtiéndose en costumbres o mejor dicho, en herencias. Y no solo propias, sino también generales.
¿Es que acaso, somos la construcción de muchas costumbres que se acumulan? Bueno, eso parece. Esta ficción está narrada en forma de entrada de un diario de viaje, y claro, a la hora de leer, eso también tiene su encanto y permite mantener un buen ritmo de lectura.
Ambos libros ponen sobre el tapete la importancia del núcleo familiar como formadora de nuestros propios conflictos, costumbres, dolores, accionares….y todo lo demás, también. No son los primeros en hablar de esto, la literatura está plagada de familias disfuncionales: desde los cuentos infantiles como La Cenicienta en adelante. La familia es entonces, nuestro núcleo fundacional para lo bueno, para lo malo y también para lo literario.
La yapa para el viaje
-Si te gusta David Poissant, y leíste “Vida de lago”, tenés que leer “El cielo de los animales”.
-Si te gusta Jablonka “Camping-Car” podes leer su libro anterior “Laëtitia o el fin de los hombres” o su nuevo libro, recién llegado a librerías “Hombres justos”.