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viernes, abril 19, 2024
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Un breve resumen del libro más vendido de la historia: La Biblia

Religiosos o ateos, todos imaginan a un Dios como el de la biblia y aquí traemos un resumen de la construcción de esa imagen

Dios

Esta historia es muy distinta a la que nos cuenta Homero y la sido escrita por Dios, un Dios que fue reconocido por los europeos como el único Dios. Por eso creyeron su historia al pie de la letra: por ella se derramaron mares de sangre y por más nimias diferencias en su interpretación se devastaron países y se arrasaron ciudades. La figura más importante de nuestra cultura es el Dios de la Biblia. E incluso quien no cree en él, extrae de él su idea de Dios, para después negarlo. Quien afirma que no cree en Dios, está pensando en Zeus, no en Él.

Creación y pecado original

Todos conocemos como fue el principio: así lo quiso Dios y así lo dijo, y se hizo la luz. Era el primer lunes, entonces comenzó el mundo. Dios siguió creando hasta el sábado, cuando se miró al espejo y creó un ser a su imagen y semejanza: Adán; y para que no se aburriese, le extrajo una costilla y creó con ella a Eva. Después les explicó el reglamento y las normas del Edén: podían comer los frutos de todos los árboles, excepto de los del manzano con la inscripción “Árbol del Bien y del Mal”, pues hacerlo era malo y podría significar la muerte. Pero Eva ve en esto una contradicción: si el descubrimiento de la diferencia entre el Bien y el Mal es malo, aquí hay algo que no concuerda con la lógica. Para intentar aclararlo busca la ayuda de la experta en paradojas, la serpiente, quien se lo explica desde el punto de vista de la crítica de las ideologías: la prohibición es, según la serpiente, antidemocrática, y el único propósito de la amenaza de muerte es perpetuar el poder. Así pues, deberían comer tranquilamente; de hacerlo serían como Dios y podrían distinguir entre el Bien y el Mal.

Y de esta manera tuvo lugar el acontecimiento que conocemos como el Pecado Original y todas sus consecuencias: el descubrimiento del sexo y de la vergüenza; la invención de la hoja de parra y de la moral; la expulsión del Paraíso; la condena a ganarse diariamente el pan; el estrechamiento del canal del parto como consecuencia de la posición erguida, cuyo resultado es un alumbramiento prematuro y doloroso; el desvalimiento del recién nacido, un prolongado período de crianza y la duplicación de la carga de la mujer por haber liderado el acto del Pecado Original.

La Ley de Dios

Es evidente que ya no queda nada del intrincado clan familiar de los dioses griegos. Aquí sólo hay un Dios, que representa el principio con el que los judíos se identifican desde entonces: los mandamientos y la Ley de Dios.

Cuando los griegos querían aplacar la ira de los dioses, los honraban con sacrificios. Ahora, los Cinco Libros de Moisés (el Pentateuco) cuentan en distintos episodios cómo la Ley va sustituyendo paulatinamente al sacrificio. Así, Caín mata a su hermano Abel porque Dios prefiere el olor a carne quemada de los sacrificios animales de Abel a las ofrendas vegetales de Caín. Cuando cesa el destructor ataque de ira de Dios y Noé, tras semanas enteras de lluvia, puede abandonar el arca, el aroma a carne quemada de sus sacrificios refuerza en Dios la voluntad de empezar a tratar con cuidado el mundo. A partir de ese momento ya no quiere más sacrificios, y como signo de la Nueva Alianza propone el arco iris en el cielo.

Abraham

La siguiente historia, en la que, entre otras cosas, Dios destruye la ciudad de Sodoma porque en ella se practicaba la homosexualidad, habla de la supresión del sacrificio humano: Dios profetiza a Abraham una numerosa descendencia, aunque él y su esposa Sara son ya muy mayores. Como signo de la consagración de su virilidad a Dios, Abraham introduce la circuncisión. Y contra todas las leyes de la naturaleza, la centenaria Sara tiene a su hijo Isaac. Entonces Dios pone a prueba la fe y la obediencia de Abraham pidiéndole que sacrifique a este su último hijo. Cuando Abraham se muestra dispuesto a hacerlo, en el último momento Dios cambia al niño por un carnero: otra estación en el camino de la supresión del sacrificio y de su sustitución por la Ley de Moisés.

Jacob, llamado Israel

La historia de Jacob, hijo de Isaac, es la que más nos aproxima a los griegos, pues aquel guarda un cierto parecido con Ulises. En efecto Jacob arrebata su derecho como primogénito a su peludo hermano Esaú cubriéndose con una piel de cordero y consiguiendo mediante este engaño la bendición de su padre ciego (como Ulises había hecho con Polifemo); además, sirviéndose de un truco de ganadero, engaña a su tío Labán, se queda con las ovejas recién nacidas y toma como esposas a sus hijas Lía y Raquel. Después lucha durante una noche con el ángel del Señor, quien le disloca la cadera y lo bautiza con el nombre de Israel.

José en Egipto

Lía da a Jacob diez hijos –entre ellos Judá, el patriarca de los judíos- y Raquel otros dos: José y Benjamín, el menor. Los hijos de Lía se sienten molestos por el amor de Jacob hacia José y por el gran porvenir que éste sueña para sí mismo, de modo que lo venden como esclavo a Egipto. Aquí, la esposa de su dueño Putifar pretende utilizarlo para alegrar su matrimonio; pero en vista de la indiferencia que muestra, lo acusa de querer violarla. Ya en prisión, José impresiona al copero provisional del faraón por su capacidad para interpretar certeramente los sueños y pronosticar el futuro. Cuando el copero oficial vuelve a su cargo, manda a buscar a José, quien en esta ocasión interpreta de forma tan rápida y certera los sueños del Faraón que éste manda almacenar provisiones, consiguiendo evitar con ello una hambruna en Egipto. José hacer carrera y, cuando la hambruna amenaza a sus parientes, consigue que éstos, que tienen derecho a reunirse con él, se trasladen a Egipto con el permiso de residencia ilimitado.

Moisés

En Egipto viven bien, pero caen paulatinamente en la esclavitud convirtiéndose en víctimas de la xenofobia y los “pogromos”. El Faraón, por temor a la extranjerización de su pueblo, organiza una matanza masiva de niños. Solo se salva de ella el pequeño Mosiés, pues su madre lo echa en una cesta a las aguas del Nilo, de donde lo rescata una de las hijas del Faraón que lo educa como a un aristócrata. Sin embargo, Sigmind Freud, que veía en todas partes intereses ocultos, sospechó que esta historia había sido inventada para hacer del hijo egipcio de la hija del Faraón un judío de pura cepa. Egipcio o no, lo cierto es que Moisés no hace la vista gorda ante una de las persecuciones que sufren los judíos y da muerte a un esbirro egipcio especialmente sádico. Después tuvo que exiliarse y marchar a Madián, donde se casó y cuidó el rebaño de su suegro. Alí se le apareció Dios, en forma de zarza ardiente, y le ordenó sacar de Egipto a los hijos de Israel y conducirlos a la Tierra Prometida de Canaán, de la que manaban leche y miel.

El Éxodo

Tras darle vueltas al asunto, Moisés declaró estar dispuesto; pero como el Faraón no quería dejarlos salir, el Señor castigó a Egipto con numerosas plagas, llegando incluso a matar a todos los primogénitos egipcios. El Faraón no podía más. A los judíos, por el contrario, le Señor les dictaba complicadas recetas sobre cómo elaborar el pan ázimo y cosas similares, y les ordenó celebrar la Pascua, que en el futuro habría de rememorar el éxodo de Egipto. Pero el Faraón, encolerizado, los persigue con su ejército hasta el mar Rojo. Los judíos vuelven a encontrarse en peligro. Entonces, el Señor separa las aguas del mar, permite que los israelitas lo atraviesen y hace que las olas vuelvan a cerrarse sobre el ejército egipcio. De este modo no sólo hacía la demostración de su poder a los egipcios, sino también a los judíos. El éxodo se convirtió en modelo de toda expulsión, pero también de toda liberación de la esclavitud: “let me people go”.

La Ley de Moisés

Todas estas historias no pasaron de ser intentos: después de la huida de Egipto es cuando tiene lugar el verdadero nacimiento del pueblo de Israel. Al pie del monte Sinaí, Dios anuncia mediante la actividad volcánica que en esta ocasión desea manifestarse como montaña. Ante los ojos del pueblo allí reunido, Moisés sube a la montaña y desaparece tras el humo y el fuego. A su regreso, anuncia los Diez Mandamientos (el Decálogo) y otras muchas máximas del llamado Testamento. Después vuelve a subir a la montaña y permanece allí durante cuarenta días. Dios le dice que en adelante quiere vivir con su pueblo y que, por lo tanto, debe construirse un tabernáculo para guardar el arca del Testamento, explicándole también cómo debía ser. Pero tarda tanto tiempo en regresar que todos lo dan por desaparecido, y agotan sus reservas de oro en la elaboración de un becerro de oro al que adoran en una desenfrenada fiesta. Moisés se lanza sobre ellos como una violenta tempestad, rompe encolerizado las nuevas Tablas de la Ley y lidera la sangrienta venganza de los levitas contra los idólatras. Luego vuelve a subir a la montaña, y Dios cierra por segunda vez su Alianza con el pueblo de Israel. Moisés desciende nuevamente, el rostro radiante por haber visto a Dios, con dos Tablas en sus brazos como prueba de la Nueva Alianza, pues estaban escritas con el dedo de Dios.

Dios y su pueblo

De este modo la relación establecida entre Dios y su pueblo quedó, regida por la Ley: Dios es la Ley, que ahora se halla en el Arca, e Israel será el pueblo de Dios siempre que observe la Leu. Y el primer mandamiento dice: aunque todos los demás pueblos adoran a muchos dioses, algunos muy atrayentes, y aunque sea difícil ser distinto de los demás, yo he de ser tu único Dios. A continuación, toda la historia de Israel gira en torno a su constante inclinación a abandonar el camino marcado, a desviarse de la Ley del Señor y a entregarse a seductores dioses locales como Belcebú, el señor de las moscas: es la historia de la ira de Dios y de sus castigos. Tras ocupar la Tierra Prometida, los reyes Saúl, Davis y Salomón –quien finalmente construye en Jerusalén el templo que ha de contener el arca del Testamento- reproducen el mismo problema, que domina también la época de profetas y del cautiverio babilónico: en el año 609, Nabucodonosor conquista Israel y se lleva a la élite judía a Babilonia, hasta que, en el 539, el rey persa Ciro pone fin al exilio.

Job

Finalmente, en el “Libro de Job” el dilema de la observancia de la Ley alcanza su máxima dimensión moral. Este libro introduce una nueva figura que en la Europa cristiana habrá una carrera excepcional, aunque emerge de forma repentina: Satán. Quizá era ya la serpiente del Paraíso, pero ahora se manifiesta abiertamente. Y se expresa como lo hace Mefistófeles en el “Fausto”: “Job es justo y pío”, dice. “¡Gran cosa! ¡No es difícil serlo cuando se tiene todo!”. Así que Dios, como en el Fausto, se decide a hacer un experimento y permite que Satán compruebe cuánto puede resistir la fe de Job: Satán mata a todos sus hijos, arruina su fortuna y tortura a Job con enfermedades. Cuando éste protesta contra la arbitrariedad de Dios mientras sus amigos consideran que es religiosamente incorrecto hacerle reproches, Job insiste en que Dios ha de darle una explicación, pero lo único que obtiene es un ambiguo elogio del Señor. ¿Era el objetivo de esta prueba determinar si Job conserva la idea de un Dios justo? ¿Había que introducir la figura de Satán para que Dios siguiera siendo justo? Sea como fuere, la prueba de Job desemboca en una teodicea, en una justificación de Dios ante la existencia del mal en el mundo, y muestra el legado que nos ha dejado este Dios: la Historia se convierte en un continuo “proceso”, en un procedimiento judicial constantemente necesario de justificación y con permanente conciencia de transgresión, que comporta tanto una necesidad de redención (la espera del Mesías) como la posibilidad de reclamar garantías procesales.

Judíos y Cristianos

El resto de la historia, con Jesús como Mesías, se desarrolla ya en época romana. Los cristianos abandonan la idea de justicia en favor de una amnistía general, y los judíos, en cambio, eligen el papel de Job e insisten en la justicia, con lo que despiertan en los cristianos  la sospecha de haber fallado moralmente. Pero los cristianos retroceden a la fase del sacrificio humano –con la crucifixión de Cristo-, una barbarie que los judíos habían suprimido con el derecho y los griegos con la tragedia. Los cristianos pagan este retroceso con el filósofo Hegel, quien reintroduce la justicia en forma de “proceso” dialéctico de la historia universal. Desde entonces, siempre hay alguien que acusa a otro de atentar contra las leyes de la historia, con el resultado de aumentar masivamente el número de víctimas humanas: la historia universal se convierte en el Juicio final. // Pasaje de: Schwanitz, Dietrich. La cultura.1999

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