Semana agitada en materia de números. Y no únicamente por la suba en los contagios. Los indicadores sobre pobreza que se conocieron esta semana encendieron una luz naranja en el Gobierno y en todo el espectro político, así como dentro de la Iglesia y las organizaciones sociales. No sólo porque la canasta básica subió por encima del promedio de la inflación de marzo sino porque el nivel de actividad económica, que venía registrando (aunque leve) una suba sostenida desde el final de la cuarentena dura del 2020, por primera vez se “pinchó”.
De acuerdo con el INDEC, la canasta básica en marzo subió un 5%, por encima de la inflación de ese mes que ya había sido altísima (4,8%) y la canasta básica alimentaria, que marca la brecha entre la pobreza y la indigencia (es decir si una familia tipo hace cuatro comidas al día o si ni siquiera llega a eso y todos o alguno de sus miembros pasan hambre) también trepó 4,5%. Es decir que para no ser pobre necesitó el mes pasado ingresos por $ 60.874 y para no ser indigente (pero sí pobre), $ 25.685. Cabe la pregunta de que cada vez muchas familias no cubren ese nivel de ingresos ni en blanco ni en negro, por eso la alarma de los sectores sociales porque son cada vez las familias enteras las que recurren a comedores sociales para cubrir sus necesidades de alimento diario. Es un dato letal porque justamente la semana pasada se supo que la inflación acumuló, siempre según cálculo oficial, 44,8% en los últimos 12 meses seguidos y siempre el rubro de alimentos y bebidas estuvo por encima de la media de inflación. Con o sin pandemia, la Argentina no logra resolver ese problema.
Un reciente informa del Observatorio de la UCA y de la AMIA reveló que el porcentaje de jefes de hogares sin trabajo donde vive al menos un niño en edad escolar trepó, desde el inicio de la cuarentena el año pasado hasta ahora, entre un 10% y 14%. Otros datos que se conocieron en un encuentro virtual de ACDE (la asociación de empresarios cristianos) resaltó que ya antes de la pandemia en la provincia de Buenos Aires el desempleo afectaba al 25% de las mujeres entre 18 y 30 años y al 13% de los varones de la misma franja etaria. Claramente una situación que debe haberse profundizado con la situación actual, en especial para las mujeres sobre las que, con el Covid, recayera el cuidado de terceros y de tareas domésticas con peso abrumador. Una encuesta del Observatorio de género de la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, ya había revelado a mediados del año pasado que el 93% de las mujeres que trabajan desde sus casas por la pandemia y con hijos menores de edad habían admitido que necesitan ayuda. Hay consultoras como la de Orlando Ferreres, que con estos indicadores ya pronostica una pobreza cercana al 52% para diciembre de este año.
Todo empeora porque otro dato demoledor de esta semana, en cuanto a su tendencia si se mantuviera, fue que el EMAE (Estimador Mensual de Actividad Económica) también según el INDEC reflejó una caída del 2,6% en febrero respecto del mismo mes del 2020 (cuando el coronavirus recién aterrizaba en el país) pero lo llamativo es que también cayó un uno por ciento respecto de enero de 2021. Sólo la construcción (que viene del infierno) subió ese mes un 11,7% pero en el otro extremo por ejemplo hoteles y restaurantes se desplomaron un 38,2% lo que presupone el impacto que podría tener una vuelta a fase 1 en materia sanitaria como algunos sectores de la coalición del Gobierno reclaman. Habrá que ver si fue un tropezón aislado o el inicio de una tendencia. Las posturas son diversas por el momento. Un relevamiento de la consultora KPMG advirtió que en el primer trimestre de este año registró un bajo nivel de fusiones y adquisiciones, aunque las empresas de tecnología y consumo siguieron liderando los escasos movimientos accionarios. En la Unión Industrial, que preside Miguel Acevedo, también alertaron desde su Centro de Estudios que la industria, hasta ahora la locomotora económica de la pandemia, acumuló en el primer bimestre del año una baja del 1,1% en relación a enero/febrero del año pasado, es decir, un período previo a que comenzarán las restricciones contra el Covid 19 y que sin una campaña de vacunación más raída peligrará el nivel de actividad productivo.