Mientras el primer ministro Giuseppe Conte reconoció que la economía del país podría retroceder 20 años por la crisis del coronavirus, Italia reabrió esta semana sus fronteras internas y al turismo europeo para dar inicio a una nueva fase de la convivencia con la Covid-19 dentro de la denominada “nueva normalidad”.
Además, el regreso de los desplazamientos libres dentro del territorio se da en un contexto de fuerte heterogeneidad del alcance del virus en el país, con tres regiones del norte que concentran el 70% de los casos, y las ocho regiones del sur que suman menos del 10% de los positivos actuales.
Tras casi tres meses de cuarentena, las consecuencias económicas de la pandemia empiezan ya a ser visibles en un país en el que, según el ente estadístico Istat, solo en abril se perdieron 240.000 empleos, y en el que el 13% de los comercios aún no pudo reabrir tras 80 días de cierre.
En ese marco, Conte reconoció que el Producto Bruto Interno (PBI) italiano retrocederá a niveles del año 2000, y advirtió que “a la emergencia sanitaria se le sumó inmediatamente una emergencia económica de la que aún no estamos en condiciones de conocer hasta dónde llegará”.
En la misma línea, el titular del Banco Central italiano, Ignazio Visco, proyectó esta semana una caída del PBI de entre el 9 y el 13%.
Mientras tres de las cinco regiones con mayor aporte al PBI nacional, Lombardía, Emilia-Romaña y Piamonte, concentran el 70% de los contagios, el premier Conte debió conciliar la idea de una reapertura homogénea para todo el territorio italiano con los reclamos de los gobernadores del sur para establecer fuertes medidas de control para los viajeros que lleguen desde el norte.
Así, el gobierno tuvo que calificar como “inconstitucional” el pedido de las regiones sureñas que reciben más turismo, como las islas de Cerdeña y Sicilia, de crear un “pasaporte sanitario” para moverse por el país, y se decantó finalmente por permitir que cada región guarde por 14 días los datos de turistas para la eventual trazabilidad de los nuevos contagios.
La reapertura de las fronteras internas, así como la habilitación para turistas europeos sin necesidad de cuarentena obligatoria, era una de las demandas del poderoso sector turístico del país, que aporta el 13% del PBI y que marca el ritmo de actividad de varias de las ciudades más importantes del país, incluida la capital Roma.
Así, en la Ciudad Eterna, decenas de bares y restaurantes continúan cerrados en las áreas más turísticas, como los alrededores del Vaticano o de la Fontana de Trevi, a la espera de más medidas del gobierno para el sector gastronómico.
La reapertura de los museos de esta semana fue otro de los apoyos al sector del turismo y el comercio, especialmente con los tres lugares de pago más visitados de Italia, el Coliseo romano, los Museos Vaticanos y la Galería Uffizi de Florencia, tras más de 80 días de cierre.
De todos modos, tras más de 33.000 víctimas desde el inicio de la pandemia, las cifras muestran que la flexibilización de medidas iniciada el 4 de mayo, hace más de un mes, no provocó un salto en los contagios ni en las víctimas de coronavirus en Italia, sino que fue el punto de inicio de un descenso marcado tanto de los fallecimientos como del nivel de nuevos positivos.
No obstante, el gobierno confirmó hoy 72 nuevos fallecidos por coronavirus desde el viernes y otros 270 nuevos casos que elevan el total de contagios por el virus a 234.801 y los fallecidos a 33.846, según el balance proporcionado por Protección Civil.
Este balance supone un descenso diario tanto en fallecidos como en positivos respecto a las 85 víctimas mortales y 518 contagios de ayer, pero mantiene la constante de la región de Lombardía como foco de la enfermedad.