“Hoy me hubiera gustado traerles el agradecimiento del pueblo ucraniano por la paz que desde hace mucho tiempo le pedimos al Señor”. Fue uno de los pasaje de la oración recitada por el Papa Francisco al pie de la estatua de la Inmaculada Concepción en la Plaza de España, para la tradicional ceremonia del 8 de diciembre.
Emoción del Pontífice
El Papa se conmovió y se detuvo por un momento, llorando. La multitud de fieles, enfermos, turistas en ese momento, aplaudió calurosamente al Santo Padre. Luego prosiguió refiriéndose a Ucrania: “En cambio aún tengo que presentarles la súplica de los niños, de los ancianos, de los padres y madres, de los jóvenes de esa tierra torturada. Pero en realidad todos sabemos que estás con ellos y con todos los sufrimientos, como lo estabas en la cruz de tu Hijo. Gracias, Madre nuestra. Mirándote a ti, que estás sin pecado, podemos seguir creyendo y esperando que el amor vence al odio, la verdad a la mentira, el perdón a la ofensa, la paz a la guerra. Que así sea”.
Pide a la Virgen por las familias en crisis
“Familias en crisis que luchan por llegar a fin de mes, parejas jóvenes, sueños y angustias de las generaciones más jóvenes frenadas por una cultura pobre en valores‘”. El Papa atribuye todas las complejidades de la vida, entre alegrías y tristezas, a la Virgen en el acto de veneración en la Plaza muy conocida por sus escalinatas a la cuál llegó desde el Vaticano en su Fiat 500 blanco luego de detenerse unos minutos en la Basílica Santa Maria Maggiore.
Bergoglio, durante dos años, rindió homenaje a la Inmaculada Concepción yendo de madrugada a la Plaza de España -ubicada en pleno centro de la capital romana- para no crear concentraciones: “Después de dos años en los que vine a rendirte homenaje solo de madrugada, hoy vuelvo a ti junto a la gente de esta Iglesia y de esta ciudad. Y te traigo las gracias y las súplicas de todos tus hijos, de cerca y de lejos”, concluyó el Pontífice dirigiéndose a la Virgen María en público.