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La escucha activa con adolescentes en las escuelas

Escuchar para acompañar. Escuchar para empatizar, colaborar, empoderar y aprender

Alumna sentada en su pupitre

Es necesario hoy que los docentes desarrollen estrategias de escucha activa en los diferentes entornos de aprendizaje y en las salas de profesores, donde la comprensión del punto de vista del otro sea el bastión para generar mejores estrategias de comunicación en las escuelas. 

Escuchar es la tarea que con más ahínco se trata de reforzar en los estudiantes, pero ¿Qué tanto son capaces de escuchar los y las docentes a sus estudiantes desde su lugar de formadores y formadoras? 

Alumnos sentados en sus pupitres

Muchas veces se cree en un enseñar basado en el decir y que el problema de la escucha es de los y las estudiantes. Es en este sentido que resulta necesario, y cada vez con más urgencia revisar esta mirada, dado que en el docente es fundamental el desarrollo de su capacidad de escuchar. Sin escucha no hay un “otro”. No hay desarrollo de la confianza y la autoestima de quien experimenta el aprender. Sin escucha no hay “comunidad de aprendizaje”.

Es por ello que entrenar y promover una buena escucha en la escuela es de gran valor, porque la enseñanza se materializa en el aprendizaje. Y ese aprendizaje sucede en tanto y en cuanto, el alumno y la alumna pueden distinguirlo, describirlo y compartirlo como un profundo proceso de aprendizaje que se visibiliza ante sus ojos y el de sus pares. Reconocer la emocionalidad que atraviesa el proceso y en qué medida ésta posibilita dicho aprendizaje. Desde esta mirada, es que resulta prioritario que el docente esté munido de herramientas para escuchar activamente esta multiplicad de distinciones en su alumnado. 

Licenciada Flavia V. Sarquís
Lic. Flavia V. Sarquís

Necesitamos a la vez enseñar a escuchar a nuestros estudiantes. En este sentido, la escucha activa implica primero, disposición para la escucha en un amplio sentido. Segundo, reconocer que no tenemos la verdad y que hay otras miradas de las que puedo aprender y enriquecer la propia. Tercero, reconocer lo que se conoce como segundo axioma de Maturana: “cada quién habla desde donde habla y cada quien escucha desde donde escucha”. Es decir que a lo que hablamos le damos un significado y el que escucha construye un relato otorgándole su propio significado a eso que está oyendo, y ese significado lo otorga desde múltiples lugares: comenzando por su historia personal, su estado emocional, su sistema de creencias básico, la mirada que tiene frente a quien le está hablando, etc.

En necesario propiciar un clima que haga posible el entusiasmo de los estudiantes y se genere un clima de alegría y bienestar en torno al aprendizaje

Desarrollar este tipo de escucha requiere del docente que esté muy atento no solo a la comunicación verbal que da el estudiante, sino a la comunicación paraverbal y la comunicación no verbal. Que se naturalicen en las aulas preguntas de retroalimentación, preguntas “que espejen” para darse cuenta cómo está la escucha de alumnos y alumnas, y fundamentalmente que los docentes se escuchen así mismos para darse cuenta de sus emocionalidades, para distinguir y ser conscientes de sus diálogos internos, que les permitan entonces adecuar el ambiente de aula, el entorno de aprendizaje que están generando. Que se propicie un clima que haga posible el entusiasmo de los estudiantes, en el sentido que encuentren una apertura de posibilidades y significación en aquellos contenidos curriculares que se les están presentando y que se genere un clima de alegría y bienestar en torno al aprendizaje. 

Escuchar activamente es lo que permite acercar naturalmente a sus estudiantes a sus propias motivaciones

Muchas veces los docentes hacen esfuerzos enormes, preocupados por cómo incentivar y motivar a sus estudiantes adolescentes que naturalmente se presentan “desganados o desconectados de la propuesta escolar”, sin detenerse a pensar tal vez, más allá del cómo y el por qué en el para qué de la propuesta que les están acercando. “Sin escuchar a sus estudiantes” 

Y esto conlleva a una poderosa reflexión: 

La creencia acerca de que los y las docentes son y deben ser grandes “motivadores externos”, responsables de llevar al aula propuestas atractivas, y de hecho, focalizan allí toda su experticia y experiencia profesional. Pero cabe preguntarnos: ¿Propuestas motivadoras para quién? ¿A quién le parecen motivadoras? ¿Desde dónde nace la motivación? ¿A qué llamamos “motivadora”? Esta es la distinción sobre la que necesitamos reflexionar. 

Escuchar activamente es lo que permite acercar naturalmente a sus estudiantes a sus propias motivaciones. Lo que favorece la atención y el compromiso con el aprendizaje. Aquello que resignifica en los adolescentes su tránsito por la escuela secundaria, y requiere ser desarrollado como habilidad profesional para la escuela de hoy.

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