M. camina desde su casa hacia la escuela, es un largo camino porque su casita, sin luz ni agua, queda en las afueras de la ciudad. Ella va orgullosa a su día de escuela, aunque en el camino se cruza con varias señoras que le dicen “¿M. podes venir a limpiar la vereda el sábado?”. Otra le pregunta si puede pasar a cuidar a los hijos, otra a sacar basura de un deposito infesto. M. responde que si a todos los pedidos porque eso significa un kilo de pan para la casa, o un pedazo de carne para el puchero de la familia, o alguna ropa de abrigo para ella o para sus hermanos.
Las señoras bien no ven en M. a una niña feliz que va a la escuela, sino como las llaman a M y sus hermanas, las “negritas de la Julia”; son las que trabajan en las casas de las familias de sus propias compañeras de escuela.
De regreso a su casa después de la escuela y de los trabajos que le tocan en suerte realizar ese día, M. regresa feliz a jugar, busca un ladrillo y en una vieja chapa oxidada juega a ser la “Seño M”. Da clases a niños imaginarios que sueñan con ser vistos aunque sean imaginarios para ella, quizás porque ella es invisible como niña para la sociedad que la rodea. Asiste a una escuela donde la aprueban porque seguramente no va a llegar a nada, así se lo hicieron saber en una reunión. Los citan los políticos de turno a M. y su familia en la plaza principal sólo para entregarle delante de todo el pueblo un par de zapatillas, así se liberaban las culpas y demostraban “extrema bondad”
Para M. y sus hermanas no hubo día de la niñez porque no eran vistos como niños, eran futuros brazos para quehaceres domésticos o trabajos de campo.
Este relato podría ser solo un cuento de ficción, pero no lo es, es la historia real de la Seño M, que pudo superar grandes obstáculos, que pudo deshacer incluso sus propios prejuicios y pudo convertir ese juego con una chapa oxidada y un ladrillo en un realidad.
Hoy dedica sus días a la enseñanza de otros niños invisibles para la sociedad, pero ella los vuelve visibles, porque ella comprende lo que es ser traslucido. Llevo a su clase un regalo para cada niño allí presente, quienes se sorprendían de este hecho, quizás no tanto por el obsequio, sino porque alguien los estaba mirando y viendo como lo que son, niños y niñas con sus propias historias y sus propios sueños. Les estaba regalando la oportunidad de pensarse y ser quienes quieran ser en el futuro.
La niñez no es solo una etapa evolutiva en el desarrollo biológico de los seres humanos, es fundamentalmente la etapa más rica; y más vulnerable al mismo tiempo en la constitución subjetiva.
Proteger la infancia y hacer visible la niñez, es ocuparnos del presente para tener un mejor futuro como sociedad.
Fragmento de Armando Tejada Gómez