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El primer año de Alberto Presidente

Desde aquellos cánticos de “Alberto Presidente” antes de asumir hasta este diciembre 2020 pasó de todo pero sobre todo estalló la pandemia que le cambió la agenda al Gobierno y también a la oposición

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Parece muchísimo más tiempo desde aquellos cánticos “Alberto Presidente” en el bunker donde fue consagrado primer mandatario por una diferencia de casi 10 puntos que casi ningún encuestador proyectado pero sólo pasó un año, el primero en la gestión de Alberto Fernández. Asumió con un país en recesión y una inflación histórica de casi 55% y, a poco de tomar el mando convocó a sindicalistas y empresarios para acordar los primeros meses de Gobierno. Sólo tres meses después aterrizó el coronavirus en la Argentina y lo cambió todo.

Entre los logros más importantes, sin dudas, figura el haber evitado el default; el acuerdo con los bonistas fue una bala de oro porque esta crisis con una Argentina que hubiese estado otra vez en cesación de pagos, hubiera sido letal. Aquel acuerdo preparó el terreno para que, por ejemplo, hoy el equipo económico esté negociando con el Fondo Monetario la refinanciación del stand by que firmó el anterior Gobierno.

En el otro extremo, sin dudas, el talón de Aquiles de este primer año fue el caso Vicentin. El anuncio de una expropiación que luego debió desandar el propio Presidente dejó al descubierto varios puntos de conflicto dentro del Gobierno. En primer lugar reencendió la mecha entre el kirchnerismo (que hoy integra esta gestión) y el campo. Una grieta que el Presidente había prometido superar. Pero además puso en estado de alerta al sector privado, que deberá motorizar la salida de la crisis con generación de empleo e inversiones. La decisión sorprendió pero de algún modo, desde la mirada empresarial, marcó un nuevo rumbo en la gestión económica con otras medidas igualmente criticadas por las compañías como el decreto que calificó como servicio público internet, la tv por cable y la telefonía celular. Otro episodio de tensión fue el impuesto solidario que el Gobierno insiste se tributará por única vez debido a la pandemia pero que entre las empresas desconfían.

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En este contexto la reforma judicial generó escasísimos consensos porque se la vio como una intervención del Poder Ejecutivo sobre la Justicia. Ni qué hablar del súper cepo que se instaló hace pocos meses para frenar la fuga de divisas pero que llevó la cotización del dólar cerca de los $200. Vicentin, además provocó manifestaciones en principios de productores rurales pero luego éstas se transformaron en una bandera de la oposición que denunció el avasallamiento por parte del Gobierno de las libertades individuales debido a la cuarentena más extensa del mundo. 

La cuarentena en sí podría calificarse como un logro del Gobierno en su primera instancia porque fue acertada en los primeros meses para contener los contagios cuando muchos minimizaban el impacto de la pandemia, no solo el país. Pero, luego, la discusión pro las flexibilizaciones se hicieron muy largas, la segunda fase fue desprolija y la curva de contagios y muertes se disparó en algunas provincias.

La Argentina se encamina hacia un fin de año que quedará en el olvido; con una caída del PBI cercana al 121,9% según la OCDE (la peor de todos los países del G-20). Lo peor es que se corrió el escenario de la pandemia sobre el primer tramo del 2021 y eso complicará el empleo, la inflación y la inversión. A lo mejor por eso, tal vez el inicio del próximo año sea un buen momento para retomar aquellas mesas tripartitas (funcionarios, sindicalistas, empresarios) que llegaron a verse las caras en algún momento pero nunca, hasta ahora, a firmar consensos básicos de política económica y social.

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